Amar y desarmar

En defensa de la primera linea, soy el soldado que muere primero. Y aunque me salvé de morir de hastío, me fui antes de lugares que no pudieron ser y hoy añoro.

En la mitad de esta vida encuentro la nostalgia cuando a las amigas les sacan tumores, cuando a otras, el ansia de drogas o de hijos tempranos les pasa una factura en la vida y en la cara que tendrán que hipotecar para poder pagar. Tienen familias, historias de raves o éxitos laborales y a mi lo que me precupa es saber cuándo armar y cuándo desarmar.

Todas las palabras que no supe decir, aún sabiendo que el lenguaje no alcanza pero mi orgullo menos. Y fui tan joven y el infinito por delante. Y la muerte era una mala suerte. Pero ya no.

Entonces me encuentro contigo, un tipo que osa detenerme cuando vengo en los rollers sin frenos lista para estamparme contra otra pared, como conozco, como gozo. Me resisto a la prudencia, la admiro, me resisto otra vez.

Mientras me sacas los patines, las protecciones y la ropa, las defensas son inútiles, ya no funcionan. Me obligas al peligro de pensar lento, de pensar simple.

Deshilas el entramado de nudos que me protegen, me resisto una vez más. Solo queda lo que no fue, lo que aún no soy, lo que no seré jamás.

Desnuda en el pasto, liviana y tan frágil me pregunto, ¿es amar, desarmar?





Next
Next

Un viaje por el Aqueronte